Ir al contenido principal

Está mediado diciembre

 


Está mediado diciembre y me parece verano, más aún me envuelve una primavera de flores, me he saltado las guerras, los odios y los inviernos anteriores. Ahora vivo directamente en el día que comprendí que el tiempo no era más que un estado del alma: Muero y nazco, muero y nazco.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Los muertos no se quieren ir

  Los muertos no se quieren ir, los echan, a patadas, no queremos irnos del único lugar que habitamos, nos aterra lo desconocido -el mundo más allá del mundo-, tened piedad, trabajamos aquí, sufrimos aquí, qué podemos esperar del túnel sino más y más túnel, un agujero eterno donde bajamos como Alicia, pensando en nuestras cosas, en cosas de vivos, en pensamientos manidos por los siglos, contando historias y contando tiempo, bajando y bajando en un vaivén adormecedor que nos canta la canción de la espera absoluta. ¡Qué solos se quedan los vivos!  

Caerás

  Caerás a la puerta, te meterán tres tiros por decirlo todo desordenado, mientras otras callan o colocan los armarios con esmero (o ambas cosas); callan y colocan, tú largas y largas con un desorden tal que pareces la vida campestre, el barrio a una hora muy de mañana, o los recuerdos embotados en tu cabeza.   Caerás a la puerta, Y caerá contigo la última fe en la palabra escrita, todo será ambiguo entonces, candoroso y brutal, mientras esa hoja verde separada del árbol por el viento ondeará hasta el asfalto.   Caerás a la puerta, y nadie apreciará el hecho incuestionable de que no te levantas, de que no hay un giro de rodilla, un impulso del menisco hacia la acción, y permanecerás allí largando el último argumento, cuidando las cicatrices que nadie ve ni espera, (mientras la próxima patraña inventada -de la que todos hablan- eclipsará el aire y moverá raíces cortas)   y tú tirada en la ...

Mujer

  Mis ojos son azules, las palabras ocultan más de lo que dicen. Llevo en mi rostro la mujer paleolítica que fui y he visto horrores que se han clavado en mi inconsciente como agujas. Me han mantenido en la tierra, no he podido subir a las nubes, siempre a ras de suelo, corriendo junto a los depredadores, alcanzando al mamut, al lobo, al jabalí, a la hiena. He habitado cuevas y playas, edificado cabañas, poblado aldeas, decorado pisos de alquiler, atesorado paciencias, levantado altares y visto hecatombes de animales y hombres en sacrificio que pedían con sangre el favor de los dioses y el acatamiento de la comunidad. Los caminos han sido largos, escabrosos y he disfrutado de paisajes y luces celestes mientras ansiaba el calor de la compañía, del fuego y del sueño reparador. De mi experiencia sé que hay venenos más fuertes que el cianuro, tragados entre cuatro paredes y en lechos abiertos, con las piernas separadas y los labios apretados, y hay modas tan mortales como paros cardíac...