Caerás a la puerta, te meterán tres tiros por decirlo todo desordenado, mientras otras callan o colocan los armarios con esmero (o ambas cosas); callan y colocan, tú largas y largas con un desorden tal que pareces la vida campestre, el barrio a una hora muy de mañana, o los recuerdos embotados en tu cabeza. Caerás a la puerta, Y caerá contigo la última fe en la palabra escrita, todo será ambiguo entonces, candoroso y brutal, mientras esa hoja verde separada del árbol por el viento ondeará hasta el asfalto. Caerás a la puerta, y nadie apreciará el hecho incuestionable de que no te levantas, de que no hay un giro de rodilla, un impulso del menisco hacia la acción, y permanecerás allí largando el último argumento, cuidando las cicatrices que nadie ve ni espera, (mientras la próxima patraña inventada -de la que todos hablan- eclipsará el aire y moverá raíces cortas) y tú tirada en la calle dirás: No m