Vivo en dos mundos simultáneos y contradictorios a la vez, cuando en uno de ellos las personas están despiertas y en pleno rendimiento, en el otro duermen en la cama con pijama y orinal (aunque las coordenadas geográficas sean las mismas, hemisferio norte para más señas), y si abro los ojos y miro el cielo azul y luminoso, alguien a mi alrededor me comenta que es una pena que no pare de llover.
La semana pasada se me ocurrió comentar el buen gusto de un escritor, la mala baba de un político y lo peligroso que resulta dejarlo todo a la decisión impune y fría de un burócrata y en ese mismo momento una señora muy sesuda me hizo ver que el escritor era un asesino del lenguaje, el político un vivo retrato de cualquier santo varón cargado de estigmas en busca de la salvación colectiva y me sugirió -con mucha amabilidad y corrección- seguir siempre el buen criterio de la autoridad competente.
Entonces al ir a cruzar una calle comprobé por mi propio pie que el firme del suelo pulido que me disponía a cruzar estaba muy resbaladizo, sin embargo varias personas afirmaron, insistiendo, que eso no era cierto y que lo que tenía que hacer era saltar alegremente sobre él sin miedo y haciendo fuerza hacia abajo. También me ocurrió que, aunque el recién estrenado invierno se presentaba muy frío y húmedo, unos amigos me confirmaban -con preocupación- que se estaba intensificando rápidamente la sequía.
Ha llegado a tal punto este grado de contradicción en mi realidad que si miro por un agujero pequeño veo a las personas vacilantes ante la subida de los precios o ante las nuevas dosis de la vacuna pero si salgo a la calle los establecimientos están llenos, las autoridades y médicos animan a la inoculación y el futuro es prometedor.
En los medios televisivos de mi país se enorgullecen diariamente de vivir en el mejor de los mundos con una democracia consolidada y un Estado de Bienestar fortalecido, aseveraciones que me producen cierta alegría hasta que escucho tras los muros a mi vecino gritar lo harto que está de todos y el frío que hace en su casa sin calefacción (pues si la pone no le da el dinero mensual para pagar la subida de la hipoteca).
A estas alturas no aspiro a encontrar coherencia en este mundo nuestro sino a gritar en estas páginas que nada cuadra, a usar dinero en efectivo cuando quiera y a no perder el poco juicio de miope que aún me queda.
Me encanto !! Abrazo , así vivimos en dos realidades o más
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