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Mostrando entradas de diciembre, 2020

Los muertos no se quieren ir

  Los muertos no se quieren ir, los echan, a patadas, no queremos irnos del único lugar que habitamos, nos aterra lo desconocido -el mundo más allá del mundo-, tened piedad, trabajamos aquí, sufrimos aquí, qué podemos esperar del túnel sino más y más túnel, un agujero eterno donde bajamos como Alicia, pensando en nuestras cosas, en cosas de vivos, en pensamientos manidos por los siglos, contando historias y contando tiempo, bajando y bajando en un vaivén adormecedor que nos canta la canción de la espera absoluta. ¡Qué solos se quedan los vivos!  

Un abrazo de mi hijo

  Un abrazo de mi hijo me rompió la pantalla del móvil, como antes mi vientre.   Salió de él envuelto en una burbuja de líquido y cuando explotó y el aire de la tarde invadió sus pulmones yo estaba dormida.   Desperté y recuerdo unas manos que me lo trajeron para que lo besara como si fuera una reliquia.   Así lo conocí la primera vez sin más presentaciones, aunque venía de lejos nuestra relación telepática.   Yo le cantaba y hablaba sola mucho antes de esto.   Más tarde conoció el mundo y sus pantallas, ya no recuerdo qué tiempo tenía cuando dijo la palabra mamá por primera vez.