Vivo en dos mundos simultáneos y contradictorios a la vez, cuando en uno de ellos las personas están despiertas y en pleno rendimiento, en el otro duermen en la cama con pijama y orinal (aunque las coordenadas geográficas sean las mismas, hemisferio norte para más señas), y si abro los ojos y miro el cielo azul y luminoso, alguien a mi alrededor me comenta que es una pena que no pare de llover. La semana pasada se me ocurrió comentar el buen gusto de un escritor, la mala baba de un político y lo peligroso que resulta dejarlo todo a la decisión impune y fría de un burócrata y en ese mismo momento una señora muy sesuda me hizo ver que el escritor era un asesino del lenguaje, el político un vivo retrato de cualquier santo varón cargado de estigmas en busca de la salvación colectiva y me sugirió -con mucha amabilidad y corrección- seguir siempre el buen criterio de la autoridad competente. Entonces al ir a cruzar una calle comprobé por mi propio pie que el firme del suelo pulido que m
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