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Mujer

 Mis ojos son azules, las palabras ocultan más de lo que dicen. Llevo en mi rostro la mujer paleolítica que fui y he visto horrores que se han clavado en mi inconsciente como agujas. Me han mantenido en la tierra, no he podido subir a las nubes, siempre a ras de suelo, corriendo junto a los depredadores, alcanzando al mamut, al lobo, al jabalí, a la hiena.


He habitado cuevas y playas, edificado cabañas, poblado aldeas, decorado pisos de alquiler, atesorado paciencias, levantado altares y visto hecatombes de animales y hombres en sacrificio que pedían con sangre el favor de los dioses y el acatamiento de la comunidad.

Los caminos han sido largos, escabrosos y he disfrutado de paisajes y luces celestes mientras ansiaba el calor de la compañía, del fuego y del sueño reparador.

De mi experiencia sé que hay venenos más fuertes que el cianuro, tragados entre cuatro paredes y en lechos abiertos, con las piernas separadas y los labios apretados, y hay modas tan mortales como paros cardíacos: cinturones de castidad, vendajes en los pies, padaungs para los cuellos de las mujeres-jirafa, corsés, 90-60-90, delgadez extrema.
He sido la mujer fuerte que se enfrentó al señor, que desobedeció al rey, que luchó en el campo de batalla, que hizo tambalear los cimientos de la casa y desajustó los principios de la Iglesia.

Me llamo Safo de Lesbos, Hipatia de Alejandría, Hildegarda de Bingen, Juana de Arco, María Pacheco, Teresa de Jesús, Juana Inés de la Cruz, Laura Bassi, Emilia Pardo Bazán, Marie Curie, Lisa Meitner, Alma Malher, Virginia Woolf, Clara Campoamor, Marina Tsvietaieva, María Zambrano, Hannah Arent, Simone de Beauvoir, Rosa Parks, Indira Gandhi, Clarice Lispector, María Callas,  Flannery O´Connor, Nina Simone, Sally Ride, Carmen, Dolores, Herta, Belén, Amy, Julia, Luz...




Soñé con el descanso después de un día agotador, mi pensamiento quiso sortear la barrera del sonido, ser meteorito, materia inerte y dominar el universo, pero tengo en mis venas la sangre asesina de quien comió carne humana neandertal y mi cerebro creció para imponerme sin dejar de ser débil, sin olvidar mi finitud, eludiendo el golpe definitivo hasta que ya no pueda más.

Soy hija del tiempo, raptada por las horas, día a día corren meandros por mi rostro cambiante, erosivo, acumulativo, como el paisaje devastado del invierno, del otoño que fue tan húmedo y ventoso, del verano reseco y carnal. Mis músculos, mi cohorte de huesos, articulaciones, vasos sanguíneos, membranas, todo se me reorganiza, se arruga, se envenena, dando cada poco un rostro nuevo, una emulsión de pasiones y disgustos, un mapa de la vida, del cuerpo; arrecifes gastados por los años.

Recuerdo que fui fiel a mi compañero, detesté a los señores feudales insolentes, a los siervos frustrados y despóticos en casa, aguanté la mirada, medí las palabras y escondí la cara. Abrí pasillos al mañana criando tantos hijos que fui sobre todo un vientre, una cabeza, dos pechos y los pies para andar, para correr, para poblar el mundo.

Anduve por tantos caminos que mi piel acogió los colores del paisaje, mis huesos crecieron, se ensanchó mi frente, se expandió mi cráneo y desde la mandíbula articulé palabras y dije amor y dije lucha, y en toda mi larga vida cuidé ancianos que dejaron de parecerse a ellos mismos, di mi sonrisa a otros cuerpos, barrí salas inmensas, hospitales enteros, escribí canciones de amor y de protesta y soñé con no volver nunca más.
Yo soy la musa de un dios llamado Tiempo y por él, sólo por él doy pasos, di pasos y no me detendré nunca.

Me toco un labio, lo tengo reseco, un pecho, lo tengo erecto, me acicalo el cabello, me lavo la cara y me doy una ducha, desinfecto mi cuerpo, siento la pureza del agua tras una afrenta, tras un deseo, tras un negocio o un sueño.

Vivo contigo, hombre, desde tiempo inmemorial, en iguales coordenadas con el pasado, mordiendo, deseando como tú la inmortalidad, el éxtasis, la prosperidad y algún consuelo.
Desde niña soy sumisa, fiera, apasionada y respondo a la madurez de mis pensamientos ancestrales y rebeldes con mis actos.

Busco lo mejor de mí  para recuperar mi espíritu, para expandirlo echándolo a volar como en los techos de Altamira donde dibujé tumbada en la cueva, bajo el candil, aplastando con mis manos el óxido de hierro, pringándome hasta el cabello y la espalda, rehaciéndome, mirando la imagen larga del bisonte.

Soy un volcán que expulsa en su lava las leyendas y los mitos, gritándolos a la multitud, susurrándolos como una nana al oído del niño. Recreo la creación y el amor descarnado, la lucidez y la hondura y me planto buscando el lugar donde crecer cada día, donde el saber me dice que rechace el pan sobrante.

Soy mujer, combativa y consciente y estoy postrada en la cama con la misma fe que Frida Kahlo, valiente, tenaz, sin límites, y desde esta inmovilidad imagino pasiones, mundos, gritos, placeres que tú, hombre, que tú, mujer  (esa otra mujer que se abre en canal para que yo entre y la lama) temblaríais de pudor y de impaciencia.



Os hablo a vosotros que regresáis cada poco al estadio líquido que fuisteis, al feto del que creéis no acordaros, al vientre deformado de la madre, al primer placer y al miedo terrorífico. Fuisteis expulsados del útero materno y ahora os acurrucáis anegados, obedientes, sumergidos en el líquido amniótico, terapéutico, ebrio, y febril, emulado con bebidas etílicas y placeres chabacanos. Vivís en sueños un estadio prenatal. Sois un limbo de voces que buscan el recuerdo mal dimensionado de los pechos maternos.

Desterrad la guerra, quedaros con el calor. Yo que puedo sacar del fango a tantos seres caídos, drogados, vejados, malheridos, extenuados, humillados, escarbo con uñas y dientes la tierra, extraigo del fondo la fuerza más brutal, la furia desmedida porque soy la diosa de Willendorf, Nefertiti resucitada, un titán hembra que grita y calza y descalza zapatos de tacón. Me encaramo en largos zancos, agarro la fruta de los árboles y lucho para salvarte, sobre todo para salvarte a ti hijo, ¡Hijo mío! ¡Hija mía! ¡Prole entera!



Sin embargo, en la batalla de los años, de las épocas, sufro amargos reveses, incluso derrotas catastróficas, he llorado a mi hijo crucificado, he ardido en la hoguera, mancillada, vetada, expulsada del laboratorio y de la escuela, y en la mañana tecnológica del siglo veintiuno, cuando los lugares se visitan en aviones low cost, soy mujer, raquítica, estrecha, rectangular, lápiz, aguja, gusano, expuesta en las pantallas a los ojos, soy la bien llamada musa de la web, del mañana, humanoide divina, diva moderna de piernas esqueléticas, vientre inexistente, pechos hundidos, costillas salientes, ente casi rectilíneo, de cara desprovista de mejillas, rostro afilado y triste. Qué camino tan angosto, siempre demostrando, siempre a la defensiva, deprisa, bien compuesta, mal pagada y sin tiempo propio.

Corro de aquí allá, de agujero a cueva, de cabaña a palacio, afilando mi sílex, mi cuchillo biface, soy animal en alerta, carroñera y recolectora, con la cría a lomos o en el carrito, aparco en doble fila, visito el supermercado, contesto el whatsapp, y sigo.


No quiero jaulas: una oficina jaula, un supermercado jaula, una casa jaula, un ordenador jaula, una cama jaula, un campo enorme al poniente jaula para comprar mi existencia, el calor en invierno y la comida. Para eso no me hizo la Diosa vida, ¡Ay pubis irredento, candor de la mañana, fanático del amor y del placer! ¿Qué futuro te espera si no lo haces tú? ¿Qué otro camino que seguir con los ojos azules bien abiertos y la mente hirviendo?
Doy otro paso aunque llueva o truene, aunque al hablar me callen, aunque me zarandeen, me azoten con cadenas, manoseen mi cuerpo animales en celo, borren, plagien, rompan en pedazos mis escritos, mis palabras, me pongan velos y cofias, yo siempre adelante, un pie tras otro, sin parar:

El horizonte está ahí, más allá, donde el futuro mire.

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